viernes, 11 de julio de 2008

CADAVER EXQUISITO (sebas-Fer)

Todos vivimos desperdigados en monstruos de cemento, un bar enclavado en plena urbe signa a pura sorpresa la vida de Goñy (su nombre de pila es Evangelina, pero nadie la llama así, y pocos saben que este es el determinante que eligió para ella Alejandra, su madre, en los días interminables de la maternidad de Caseros), la adolescente es protagonista secundaria de una historia que incluye enredos amorosos caracterizados por voluntades sexuales de estos tiempos. La radio acompaña, aporta un ruido climático, le da un aliento omnipresente a todas las conversaciones de un espacio atiborrado de humo, con olor a noche para algunos, con aroma a nostalgia para otros, con gusto a neurosis para todos.
De la cortina de fondo radial atronó una voz, como un rayo en el campo, de repente, solo se escucha una voz. Angustiada, desolada, incrédula, dubitativa, los adjetivos cuentan a la perfección el color del monólogo, la heroína del radio teatro contaba su vida, nadie la escuchaba en el salón, pero Goñy pugnaba por expulsar una bocanada de aire que la sacara del estupor. Las letras se suceden, la historia se desanda, una elección sexual excede los tabúes, Brasil y el amor, su ciudad y la hipocresía, el deseo reprimido, la vida liberada, el futuro a la deriva, la vida en penumbras, el amor o el vástago. ¿el amor es deseo y cariño, lo definió Platón. Lo entenderá su primavera?
La voz era de Alejandra, la luz entraba por una pequeña banderola, los latidos eran pura claridad, Goñy empezaba a conocer los ribetes ocultos de su propia historia.

De estupor a parálisis, Goñy no podía creer que las voces del radioparlante dijeran verdades, lejos del entretenimiento esa historia de amor femenino, de su seno maternal, podía imaginar besos prohibidos y comprendió que no estaba en Rusia, un saludo boca a boca entre mujeres no es rutina. Imposible ver poesía y romance, menos aún si el beso es su madre y el labio es ajeno a cualquier principio. Alguna que otra mirada obscena de un viejo verde fuera de contexto y el comentario intolerante de las señoras del té, articulando a la vergüenza en gesto cliché, entregada a la condena social.
Goñy recordó, para tomar distancia, una infancia de cariño materno, besos en boca, besos en cachetes, infinitos besos que no entendían de mesura y cultura, lejos de la vergüenza que el imaginario construye aliado y enemigo del mundo interno. Goñy atrapada en lo atemporal, lejos de la emancipación física y la posibilidad del roce inocente, lejos del presente subversivo. Goñy volvió a respirar en suspiros, "no entender" todavía estaba lejos, apnea y disnea disputaban su interna. La no reacción era el problema, tenía que hacer algo, estamos genéticamente preparados para la reacción y tantas drogas vienen a decirnos que no hay remedio para la crisis sino paliativos, como la cortina de humo que exhalan labios gastados de ciudad, perdidos todos, todos perdidos pensó Goñy.

Las fotos se sucedían una a una en su palacete ideal, la imaginación hizo todo, flash, el sonido sordo trajo contenido, imágenes. Subvertir el orden, acelerar las pulsaciones, eso logran las imágenes virtuales procreadas por la persona escondida en la radio, por su madre recitando su verdad ante miles de oyentes, el tímpano se vuelve mas permeable que nunca, saber duele, mas cuando la relación madre - hija esta en juego.
El castillo de naipes tambalea, Goñy se siente mas frágil que nunca, mas adolescente que nunca. El odio circula inconmensurable por el torrente de furia, pero no se cuestiona, todos los cuestionamientos están derivados, la mirada esta perdida, pero los ojos apuntan como sables, Alejandra tiene sobre su espalda todos los muertos de una corta existencia, Goñy se siente Evangelina ¿Quien es su madre? la que se sincera en un programa vulgar de amoríos, o la hipócrita que esconde a su pareja en los retratos de supuestas vacaciones solitarias. Ale en ese instante era solo un signo, la suma de todos los males, la injusticia de una mentira capital.

Evangelina esperó lo temido. Amor es una palabra que dice todo y bien podría no decir nada. Amor de labios FM, de madre distinta a la que ayer se hacía llamar mujer. No digás mujer, mamá, pensó Evangelina. Mujer es mujer si hay hombre; hombre es hombre si hay mujer, la necesidad de identificarnos con un sexo, razonar desde el sexo y definir un estado natural de evolución de la raza humana. Eso nos divide mamá, pensó Goñy desde su recuperada inocencia. Cavidades vacías y deseosas de carnes rígidas, es el llamado de la naturaleza mamá, es el llamado del naciente, del ser mismo, pensó Goñy.
El mozo era de duros rasgos, Evangelina no había reparado en su presencia y tocando su miembro deliberadamente lo invitó con un movimiento ágil de ojos guías. Baño de hombres. Hombres que trabajan y mujeres desconsoladas, hombre que enseñan que es ser mujer, en la memoria y el olvido, no se pierde la memoria, pero se olvida, olvida mucho el robot. Sexo seguro de no te vuelvo a ver más la cara, violencia del miembro erecto, soy mujer mamá, somos mujeres, pensó Evangelina, mientras lactosa paternal hilaba fino por la comisura de los labios de Goñy, ahora Goñy.

Escapaba de la noche con el sol en la espalda. Los perros de la calle mataban el tiempo, quemaban los minutos paseando de un lado al otro. Goñy miraba, los contemplaba, eran un anhelo de libertad. Su cuerpo no se entregaba al sueño, seguía de gira, padecía esa extraña forma de lucidez que precede a una noche de estímulos fuertes. Los perros seguían tentando a su mirada, la cautivaron, el comportamiento social de los animales convincente.
La autoridad a mordiscones, pero con justicia, sin golpes bajos. Un chillido era una indiscutible señal de basta ¿Cuando el dolor fue símbolo de stop para los hombres y mujeres que la rodearon? ¿Cuando el llanto fue basta? Nunca. Los perros sin dudas tenían limites, estos animales inspiraron a la misericordia, Goñy, no la pudo saborear entre sus afectos. Eso al tentaba, la salvaje posibilidad de poner un pie en el freno ante el dolor.
O la imposibilidad sumisa de entregarse al verdugo. Guillotine en cada esquina de Buenos Aires. Los perros aullaban cual lobos y Evangelina dejaba sóla a Goñy, para desnudarse en el frío y húmedo otoño de Ciudad.
Demacrada, ausente a la mirada inquisidora, se tapo los oídos para no escuchar el chirrido de los dientes de encías volcánicas de sangre de mezcla en conjuro, hija de Bruja, pesa el pecado de hembra de resabio lactoso. Antes de vomitar prefiere escupir sobra la tumba de Alejandra. Hembra macho, Hembra macho, entendés mamá, eso va a decir la lápida, mientras Evangelina piensa Goñy en algún lugar se ahoga en lágrimas.

Crecer, de eso se trata, eso dicen las voces de la conciencia impuesta. Los golpes te hacen madurar, es otro de los preceptos mas oídos, pero Evangelina lleva una eternidad martillando el cráneo intentando abrir la mente y ya se siente cansada. Quizás saber que su madre volcaba su capacidad de amar en un ser de su mismo genero la marcó, pero por sobre todas las cosas estaba acostumbrándose a que el camino no siempre es una línea recta a sus deseos, y que muchas veces las cosas pueden salir mal, esta vez la mecha estaba torcida, y aunque quisiera tapar todo con una tonelada de tierra, no puede, los rastros ya están en su conciencia, y morirán con ella.
Goñy era claramente la otra cara, simpleza, podía caminar derecho o torcido, solo respetaba el dictado de su débil voluntad, se entregaba al placer, tenia una enorme capacidad de perdonar y un oscuro sentimiento de libertad, vivía a destajo, sabia perfectamente como desactivar la estructura de control que Evangelina ponía a funcionar cada mañana. Cree que es imposible dibujar una sonrisa con reglas, no quiere condenar a su madre a una mueca gris, sabe que de esa manera el futuro seria una celda en la Siberia para ambas, el subsuelo de Dostoievsky las esperaba si no lograba soltarle la mano a los prejuicios. Nuevamente, a caminar.

Más de un alma puede dar garantía de lo dicho y de lo que se va a decir, incluso de lo improbable, claro que hay gente necia, incrédulos que no ven más allá de lo que sus zapatos de charol pueden pisar y aunque muere gente por demostrar lo contrario el mundo sigue siendo un lugar inhabitable, nos perseguimos o nos persiguen. Persiguen a Goñy caminando de la mano de Evangelina, la persiguen porque luce mayor y no hay derecho. Evangelina todavía desnuda y, vaya paradoja, en contraste parece tan pueril, falta tanto neón para el que nace signado a la intrascendencia. Persiguen a Goñy, a la inocente Goñy para que se vuelva Evangelina, hay tanto miedo a la oscuridad en la ciudad, el hombre de la bolsa es un cartonero y Goñy sabe que su Evangelina no quiere que Alejandra prenda la luz, mamá no prendas más la luz, piensa Evangelina. Posiblemente cerrada en su ostracismo, Evangelina no quiere que Goñy llore muñecas de trapo y finalmente mande al subsuelo a Goñy, sin miramientos, no quiere contradicciones en sus objetivos y que en el subsuelo se las arregle con Fedor, todos merecemos un infierno.

Mira la palma de su mano, surcos profundos, carne viva, mugre, si mugre, suciedad, las manos en la masa, el cuerpo de dios de la democracia burguesa, todo en su mano. Acumulo cartón toda la noche, revolvió la basura, llevo al extremo la insensibilidad de su tacto, encontró su pan entre los restos de otro, le dio la mano a la desigualdad. En su mano había algunas monedas, volvía al barrio.
Su caballo leal, que comía cuando se podía, y llevaba adelante su existencia con cadencia, lo condujo a ese pasaje, el cuadro era digno de una artista del naturalismo, asusta el hombre de la bolsa, golpea con realidad el cartonero.
Frente a frente, Evangelina no logra dominar el temor, Goñy se conmueve, todo puede ocultar belleza, frente a frente, duda, hay un paréntesis enorme, quien decide dentro de ese cuerpo, adonde lleva el dialogo entre estos dos personajes. Ernesto es su nombre, junta cartón, sobrevive.

Ernesto mira a Goñy, Evangelina se enfurece. En supinación, Ernesto se ve desde el inframundo, quita uno de sus tres sacos y abriga a Goñy, no te vas a enfermar, le dice ahora en contrapicada. Evangelina vio la cara de Alejandra arriba de tanta miseria y escupió con odio al hombre.
A cinco estaciones de Falopio las vías y sus chasquidos erizan la piel de Ernesto, pensó en su saco, pensó en Goñy y en Evangelina. Antes de descargar su enorme bolsa de cartón, “gracias Dios por esta vida”, pensó. Ernesto dignifica su bolsillo que cose obsesivamente todos los días para que dure el centavo.
Evangelina frente a la puerta de madera que se veía tan grande como cuando era chica. Goñy en la puerta de madera de la casa de mamá. Rebobinar la historia es la evolución regresiva pero adorable de la ficción, ficción es lo que vivimos en realidades prestadas, nunca dueños de nada, no lo sabemos, simplemente el ignorante es más feliz.

"Apago sus ojos tristes y luego embarco... recuerdos que mienten un poco (siempre fue así) nuestro miedo helara este infierno, creo sopla un viento frío en la ciudad"
La canción ametrallaba su mente, Ernesto quedaba atrás, pese a que la estación estival estaba instalada hace un tiempo, se identificaba con el frió. La escuchaba y la escuchaba, alienada, inmersa en la letra con su propia intención, cada acorde la trasladaba, cada palabra la resignificaba, a punto de embarcar, a metros de apagar la luz.
Erguida sobre el precipicio. En su mirada extraviada, se recortaba una fabrica abandonada, el oxido de las chimeneas en desuso recordaban la tenue melancolía de las fotos sepia. A sus pies, el 98 vivo en un febrero abrasador conmovía la cinta asfáltica con un calor intenso. Concluía el arco iris de sensaciones un rió inmenso a sus espaldas, regado de oro bañaba en azul la lontananza.
No quería bajar la vista, la pulsion de muerte estaba ahí, tentadora, las paredes de cada una de sus venas se quemaban con el torrente escarchado de su sangre, decidió por quedarse, retuvo celosamente los 21 gramos..
El verano de una diva de cemento, los autos subían y bajaban por un extremo y otro del puente, la ciudad se sabia bella, conocía su fortaleza y se engolosinaba con movimientos felinos, a pura luz, con todo el esplendor de la Paris del existencialismo.
Evangelina y Goñy seguían en pie de guerra pero empezaban a convivir, Ale sin saberlo estaba ganando una chance.
Ernesto continuaba, sucedía sus días uno a otro, sentado en un baño publico, mirando fijo un azulejo turquesa de dudoso gusto, una vida sin pasión, se desato un mar de lagrimas, no se podía contener, se ahogaba, sufría, por nada en especial, solo por vivir, miraba, fijamente, con los sentidos entorpecidos el azulejo de color turquesa. ¿Dios murió? Porque estamos tan solos. "Recuerdos que mienten", en ellos, mil personas te rodean, pero igual estas solo, en la noche, las miradas lo juran, todos estamos solos, desesperadamente solos.

Alejandra frente al mate amargo, olvida la bombilla para observar el paso seguro de una hormiga camino a la alacena, después de esta vienen más, imposible equivocarse pensó.
Cosas de la soledad, nadie quiere estar solo, sin embargo despreciamos la compañía de otro ser vivo. A duro golpe de palma, Ale se lanza a la destrucción y notemos que el caos de hormiga es siempre el mismo, un par de pasos atrás luego adelante, giran en círculo , para intentar seguir avanzando, seguir avanzando.
El ruido es ensordecedor, es un cálculo matemático, 1gramo es el peso de una hormiga que debe soportar la envestida de la potencia del golpe, aproximadamente 2 millones de veces más pesado que la hormiga. Primero mueren del sonido violento que genera la mano cayendo, se elevan milésimas de milímetro como si la palma fuera un imán, la muerte no quiere esperar, y se desintegran gentilmente contra el mármol; la piel, paradójicamente, funciona como airbag pero la estadística desafía al milagro, mueren, el milagro es un reflejo involuntario, una pata continúa avanzando, poco, se apaga.
Evangelina va a entrar sólo si Goñy no le suelta la mano, ¿quién tiene más miedo? ¿Alejandra que huele venas sensibles? ¿Evangelina en los cabales de Goñy? ¿Goñy con sus ojos duros tallados a presión con finos hilos rojos? ¿Ernesto que abraza al frío mientras recoge una cacerola aboyada sin mango y ya puede oler la grasa de un rico guiso? Sin dudas la hormiga, pero a cuantos les importa.

Estiro la manó, bajó el picaporte, abrió la puerta, dio un paso hacia adelante. Esta en al casa, atraviesa el comedor, su paso es decidido, su respiración entrecortada. La gata de la familia le da la bienvenida, pierde unos instantes acariciando el lomo del animal, le brinda el placer que Carlota desea, ese placer ajeno es la excusa para demorar, Alejandra espera sin saber, el frente de tormenta esta a las puertas, solo el destino sabe cuales serán las próximas letras, cual será el dialogo tenso que en parte decidirá el futuro de estas dos mujeres.
Están entre cuatro paredes, la madre atiende el teléfono que suena de forma insolente en el instante que las miradas se sacaban chispas. Ale habla sabiendo que algo hay detrás de esa mirada escrutadora, las palabras salen de su boca pero no se sabe de donde vienen, sus neuronas parecen no ocuparse ni remotamente de aquel dialogo, solo una cosa sabia con seguridad, al terminar de hablar por teléfono tendría que ser ella, por primera vez tendría que ser madre, esa era hoy su mayor deseo.

Sin cortar el teléfono, Ale sostuvo el brazo de Evangelina que bufando intentaba ubicarse frente al televisor. Tapando el tubo, Ale pidió que la esperara un minuto, esforzó la sonrisa sin embriagar a la complicidad en arte cotidiano de lo que no es. Evangelina pensó que a “su Goñy” no le iba a mentir, más que una confesión, Evangelina quería tener a la madre de rodillas, quería escuchar el pedido de clemencia como un éxtasis de dulce victoria.
Por un minuto estuvieron las tres en silencio, en pacto de silencio, sabían la verdad aunque Goñy prefería perder a la verdad como la muñeca que aquella vez cayó en las garras de Carlota, luego de unos cuantos minutos de arañazos y jugueteo, Goñy coqueteo por primera vez con la muerte: lo que queremos es una cosa, la cosa es afecto, perdemos afecto cuando la cosa se deshilacha y pierde su forma, afecto que la carne no sustituye, el fetiche es más fuerte.
Evangelina dice “puta” al mismo tiempo que Alejandra dice “desubicada”. Goñy se tapa los oídos y Carlota intenta atrapar sin éxito a una mosca de humedad.
La pata de Carlota. La frente de Alejandra. El ojo de Goñy. La boca de Evangelina.
Las uñas de la pata de Carlota. La gota de sudor de la frente de Alejandra. La única lágrima del ojo de Goñy. El grito de la boca de Evangelina.
Los ojos de Carlota abajo del sillón. Las manos en la vagina de Alejandra. El llanto de Evangelina.
Ale dijo que no dejara ir a Goñy, “buscala” decía a los gritos mientras seguía tocándose en el piso de la cocina, gimiendo, sintiendo. Evangelina lloraba, simplemente con lágrimas de mujer.

Locura: Privación del juicio o del uso de la razón. Exaltación del ánimo o de los ánimos, producida por algún afecto u otro incentivo. Lo dice la Real Academia Española, lo dice la "ciencia". Bienvenidos a la Clínica de Neuropsiquiatría Lujan.

Silencio desgarrador, mil palabras que rezan:
Papá, háblame, por favor háblame, por favor papá.
Era una suplica:
Soy yo, tu hija, te necesito, ya no se quien soy, me perdí, me deshice de mi propia vida. Papa, mama ama a una mujer, papá.
Todos estos años hablando, me duele escucharme, tu mirada nunca se planto en mis ojos, es que no me escuchas, papá, estaba resignada a esto, pero ahora que hago. ¿Como vuelvo las piezas a su lugar?
Papá...

Una enfermera corta el clima, la intimidad se desvanece, no hay palabras, todo es gestual, pero todos entienden, Goñy sabe que una vez mas su padre fue ausente, siente culpa por odiarlo en este momento, se piensa a si misma como un animal egoísta, pero tiene derecho a ser escuchada tanto como el a su ausencia. El hombre, el padre, León, se aleja una vez mas, la silla avanza lenta, casi etérea hacia el interior del sanatorio, quienes están adentro viven otra realidad, existen dentro de una lógica con cualidades diversas. ¿Todo es relativo?

Buscaba respuestas en los silencios y papá es la ausencia de las palabras, pensó. Donde estaba el árbol, Goñy dejó la tierra, pero ni el viento ni las hojas, nada de eso quedó..
A mil pasos de hombre, Evangelina sentía nuevos deseos.
Alejandra desnuda, empezaba a sentir el frío de los pisos de cerámica en contacto con su espalda, la entrepierna caliente en discordancia con el resto. El timbre interrumpe el nirvana.
Alejandra esperaba a la mujer que había hecho eco en la radio, la mujer de la casa.
Evangelina desandó los mil pasos de hombre y encontró a Goñy de espaldas. Eva beso el cuello de Goñy con dulzura, como nadie lo había besado nunca. Goñy suspiro y lentamente tapo el rostro de su padre con la sábana celeste. Evangelina sujetaba a Goñy con su brazo izquierdo apretando el busto y con el derecho acariciaba el muslo con manos suaves y ascendentes, erizando la piel de Goñy. Evangelina sintió poder, Goñy sintió en carne propia lo que siempre le repetieron: “la primera vez tiene que ser especial”.

El agua retoza al sol mas tranquila que nunca en los últimos tiempos, pero las corrientes amenazantes van y vienen en el fondo, el brillo del sol que entibia la arena no es magnánimo, el dolor siempre emerge del fondo y golpea duro a victimas distraídas.
Los momentos difíciles suelen pasar, por ahí sin pena ni gloria, pero los rastros quedan, las personas cambian, y nunca son las mismas, o nunca vuelven, la dinámica de la vida te hace ver igual siempre, pero en el instante que se apaga la luz las cosas cambian, y nada es como se ve al cálido abrazo del sol.
Goñy esta nuevamente viva, pero Eva la cambio, o viceversa, y su trato con Ale es distinto, todo parece mas sincero, el postmodernismo esta para quedarse, pero en los rastros esta el odio, nunca será todo olvidado, el rencor vive también, latente, y es fuerte como un roble. Los niños son crueles a mansalva, pero sinceros, los adultos viven sus letanías y se consumen. Ellas crecieron de la mano, hoy las dos son una sola, pero mañana volverán a la lucha, con otra careta, con mas resentimiento, y con las rancias vanidades de seres que en el fondo saben que los deseos no tienen esperanzas, al fin de cuentas todos, tarde o temprano, pisamos en firme el infierno del Dante.

SEBASTIAN IGLESIAS - FERNANDO MOJSAK


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