jueves, 7 de agosto de 2008
CARABELA
Sueltan anclas y es mi mano que se desprende a traición en descuido oficioso.
Ya olfateo al desmayo si es que la cordura me mantiene o quizás olfateo el estiércol del miedo demencial.
Miro el rostro ensangrentado de mi camarada, su cara es la ausencia del gesto y es el piso de tablones de madera que sostiene a mi cuerpo desplomado. El tarugo cercano a mi campo visual absorbe la sangre, lubrica.
Pienso en nada. Pienso en el gancho, luego en la pata de palo y en el parche en el ojo. Pienso en que me vas a decir cliché, estereotipo y es una lágrima que en la madera rechaza a la sangre y la muy turra la tiñe, al fin y al cabo qué es puro en esta vida.
¿Mi mano aún agarrada a la cadena o devorada por un pez?
Sebastián Iglesias
07/08/08
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